Sumar recursos
expresivos a la hora de compartir un libro con nuestros hijos no sólo fascina a
los niños sino que genera un espacio de encuentro y comunicación que mejora la
calidad del vínculo.
Tomamos
un cuento. Lo abrimos. Primera página. "Había una vez...". Segunda
página. Seguimos leyendo. Un poco más deprisa porque ya es tarde y queremos
acabar pronto. Última página. "Colorín, colorado...". Cerramos el
libro, besito y hasta mañana. Pero nuestro hijo nos mira, frustrado, y nos desaprueba:
"Así no se cuenta". ¿Cómo? Y sí... Se da cuenta: percibe la prisa,
las ganas de terminar, la ausencia de ganas, el puro trámite. ¿A quién no le
pasó?
¿Cómo
volver la narración más rica? ¿Cómo generar en el relato un espacio de
encuentro, de comunicación? ¿Y si envolvemos el cuento con algunos recursos
expresivos? ¿Por qué no sumergirnos en la historia y fascinar a nuestro hijo
con un rato de lectura? "Contar un cuento a nuestro hijo es como poner en
funcionamiento cientos de piezas de un precioso mecanismo. Somos incapaces de
explicar cómo o por qué funciona pero nos maravilla su precisión y compás. Del
mismo modo, la conexión que se establece entre un adulto que cuenta un cuento y
un niño que lo escucha tiene algo de mágica, pero es difícil explicar cuál es
el misterio de esa unión que se establece entre ambos", dice la pedagoga
Elena Roger Gamir, española.
Muchos
intuimos que hay algo que va más allá del relato, pero no sabemos qué es ni
cómo presentárselo a un niño. Aquí, algunos recursos ofrecidos por la
especialista para disfrutar de la lectura y para sumergirse juntos en un mundo
de fantasía y encuentro.
Conocer o
aprenderse el cuento. Antes de
que nuestro hijo nos pida que le expliquemos aquel cuento de nuestra infancia
que casi no recordamos, o el que le compramos hace unas semanas y que aún no
hemos leído, procuremos ponernos al día y repasarlos. Es necesario transmitir
un profundo conocimiento del cuento y no interrumpir la narración porque
tenemos que releer el texto o detenerla porque no recordamos el final. Debemos
tomarnos seriamente el cuento, por muy absurdo que parezca o por muchas
repeticiones que haya y, si no nos gusta o no nos parece adecuado, intentar
sustituirlo por otro. Dediquemos algunos momentos a leer alguna antología de cuentos
tradicionales o leyendas (¡nunca es tarde para refrescar la memoria!) y nuestro
hijo agradecerá la variedad y riqueza de cuentos que le podamos contar.
Utilizar
un lenguaje adecuado. El tipo
de lenguaje empleado al contar un cuento está relacionado con la edad que tiene
nuestro hijo, sin embargo, en general, se recomienda que sea un lenguaje
caracterizado por la simplicidad y la claridad. Eso servirá para favorecer la
comprensión de la historia y evitar el cansancio o incluso el aburrimiento por
parte del niño.
Las
palabras. A los
niños de corta edad, es preferible contarles cuentos con un lenguaje adaptado,
sustituyendo las palabras que creamos oportunas por otras más sencillas o por
explicaciones, siempre y cuando no se trate de las palabras clave del cuento.
Por ejemplo, si en un cuento aparece "un portón" lo sustituiremos por
"una puerta muy grande"; "abalanzarse sobre" por
"echarse encima de"; sin embargo, "la rueca" del cuento de
La Bella Durmiente debería ser "la rueca" y no "un pincho",
"una máquina para el hilo" o algo por el estilo. Tampoco debemos
desaprovechar la ocasión de ampliar su conocimiento del léxico y es más fácil
aprender nuevas palabras que están asociadas a algo concreto y que el niño oirá
en reiteradas ocasiones, que aprenderlas de forma aislada (¿cuántas palabras no
hemos "aprendido" asociadas a personajes de ficción? ¿qué nos sugiere
no sólo "rueca" sino "calabaza", "gnomo",
"pócima" o "hermanastra"?). Esto último es válido sobre
todo a medida que el niño va haciéndose mayor y debe ir ampliando su
vocabulario.
La pausa
y la entonación. Podemos utilizar la pausa y la entonación para mantener el
interés y la atención de nuestro hijo. Cuando nos paramos al final de una frase
o entre dos palabras, estamos indicando que lo que diremos a continuación tiene
un valor o significado especiales. De igual modo, un cambio de entonación
indica que aparece un elemento sorpresa que afectará al desarrollo de la
historia. Por ejemplo: "la princesa abrió la puerta y entonces... vio a
una ¡RANA! en su habitación". O que se ofrece la solución al conflicto que
se le ha planteado al protagonista de la historia. Por ejemplo: "...y
después de lo que le había pasado... NUNCA MÁS VOLVIÓ A PROBAR LA SOPA".
Las
descripciones. Las descripciones poco detalladas permiten que el niño deje
volar su imaginación. Cuando contamos un cuento, es suficiente con hacer
referencia a los rasgos más destacados de los elementos significativos que
intervienen en la historia. Nuestro hijo puede completar el resto con su
imaginación y nuestra ayuda si es preciso. Por ejemplo es suficiente decir que
la bruja es fea (y no hace falta indicar que su espalda está encorvada, que
tiene una nariz aguileña, que lleva una capa negra hasta los pies, etc.), o que
el castillo es muy grande (y no que tiene un torreón, un puente levadizo y
trescientas ventanas). Si nuestro hijo está lo suficientemente interesado en el
cuento y no se imagina aquello a lo que hacemos referencia y nos pide más
información, debemos proporcionársela. Por ejemplo: - ¿Cómo era la bruja?; -
Era una bruja muy vieja y muy fea, que llevaba un sombrero negro acabado en
punta; vivía en el bosque en una casa de madera y tenía un gato muy malo.
No
interrumpir el desarrollo de la acción. En
ocasiones, cuando "eso" de contar cuentos no se nos da del todo mal y
disfrutamos con la narración tanto o más que nuestros hijos, corremos el
peligro de recrearnos en ella. Eso supone que en vez de presentar los
acontecimientos uno detrás de otro, lo que da un ritmo ágil y rápido a la
historia, podemos caer en la tentación de interrumpir la acción lineal para
introducir acciones secundarias o descripciones detalladas de algún aspecto o
personaje no significativo ni relevante para el desarrollo de la historia. Es
preferible seguir el hilo de la narración, de esa manera evitaremos aburrir y
confundir a nuestro hijo, sobre todo si aún es demasiado pequeño para ver la
diferencia entre información principal y secundaria.
Transmitir
entusiasmo. Como en
tantas otras cosas, debemos intentar transmitir entusiasmo en lo que hacemos.
Es cierto que a veces nos decimos "¿y ahora tengo que contar un cuento,
que ya he repetido mil veces, después de estar todo el día trabajando y llegar
a casa agotado?" Y también es cierto que nuestro hijo notará ese cansancio
y ese fastidio si no intentamos superar esa situación con un poco de ánimo. Es
importante recordar lo positivo que resulta contar cuentos a menudo a nuestro
hijo y la enorme ilusión que eso le supone, luego ¿qué hacer entonces? Podemos
empezar simulando que el cuento nos interesa. Seguramente no nos daremos
cuenta, pero llegará un momento en que el interés simulado se convertirá en
auténtico interés y nuestro esfuerzo inicial nos facilitará la disposición de
ánimo que tanto buscábamos.
Despertar
interés. Los niños,
con pocas excepciones, escuchan mucho más atentamente un cuento contado que un
cuento leído. Narrar un cuento permite mucha más espontaneidad que leerlo.
Nuestros ojos se encuentran continuamente con los de nuestro hijo, su expresión
responde a la nuestra y la relación se estrecha de manera insospechada. En
ocasiones necesitamos emplear algunas estrategias para que no se rompa ese
encanto o, de romperse, para restablecerlo de inmediato. La mayoría son
recursos expresivos, como el uso de pausas y de la entonación, ya comentados.
Sin embargo, una forma de despertar el interés de nuestro hijo es incluir su
nombre en el relato y darle un papel especial e inesperado en la historia. Por
ejemplo: "el lobo dejó a Caperucita en el bosque y se fue corriendo a casa
de la abuela, pero por el camino se encontró con Guillermo y se dio un susto
tremendo, porque Guillermo era un niño que...".
Repetir
el mismo cuento. Si tu
hijo quiere que le repitas una y otra vez el mismo cuento, hazlo. A veces los
niños piden que se les cuente un cuento concreto porque presenta un conflicto,
un protagonista, una situación ideal, etc. que el niño tiene muy presente en
ese momento, por eso aconsejamos respetar la elección que haga del cuento que
quiere escuchar.
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