Dependiendo del país y el momento las marionetas adquieren
distintos significados: Religiosos, artísticos, humorísticos, político, terrorífico.
En nuestra cultura por lo general estas criaturas animadas han sido algo
destinado principalmente a los niños.
Las marionetas infantiles todavía siguen funcionando
como espectáculo escénico para pequeños gracias a los teatrillos que
proliferan en festivales, festejos y parques de toda nuestra geografía. De
temática casi siempre cómica, y con más abundancia del guiñol que
del muñeco movido por cuerdas, el teatro de marionetas aún no
ha sido superado en respuesta emocional por la televisión, el cine o los
videojuegos. Las marionetas infantiles siguen siendo una
presencia obligada entre los juguetes de cualquier niño, junto a otros
teóricamente desfasados como los soldaditos o los coches a
pedales, todos ellos objetos que no parecen tener fecha de caducidad para la
infancia.
Al fin y al cabo, la primera forma con la que los pequeños interpretan
el mundo es recreándolo a través de sus muñecos, a los que hacen
protagonistas de remakes de las conversaciones y actos de los mayores, en
versiones que suelen mejorar lo que imitan. Las marionetas
infantiles son la herramienta perfecta para esta tarea, ofreciendo una
cantidad de registros interpretativos limitados exclusivamente por la
imaginación del niño. Analizando un poco el mundo adulto, podríamos encontrar
variaciones más o menos sofisticadas de aquellas marionetas infantiles en
lugares como Internet, donde el avatar elegido no deja de ser otro personaje
inanimado, ficticio, que cobra vida gracias a la reinterpretación subjetiva de
una realidad menos interesante. Metáfora política de lo más manida y fobia
común, las marionetas infantiles cobran en la mente adulta nuevas dimensiones
insospechadas, ya que forman parte de ese tipo de cosas que no desaparecen
de la memoria cuando uno crece, sino que se transforman en algo distinto.
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